“El silencio de otros” (2018): las heridas abiertas de la dictadura

“El silencio de otros” (2018): las heridas abiertas de la dictadura

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Ver también Extrema derecha española.

Para refutar las pretensiones de que “España es una democracia madura y consolidada”, como repiten sin cesar quienes dirigen el actual régimen y sus taquígrafos y repetidores mediáticos, basta con ver la hora y media de este documental esclarecedor y estremecedor. Porque pone de manifiesto la crueldad y el ensañamiento con que esa llamada democracia les ha negado verdad, reparación y justicia tanto a las víctimas de los crímenes del franquismo como a sus descendientes. Sin duda, un estado que deseara cerrar un período de violencia y abusos tan desmedidos como el de la dictadura franquista habría encontrado, en algún momento desde el fallecimiento del dictador en 1975, algún modo de exigir responsabilidades a los verdugos y reconocer la dignidad de sus víctimas. Como muestra El silencio de otros, esta acción de justicia no ha tenido lugar en los más de cuarenta años de la llamada transición y democracia.

El film muestra básicamente tres líneas de crímenes cometidos por la dictadura: el asesinato de civiles una vez concluida la guerra (se estima que en las fosas comunes sin abrir permanecen los restos de más de cien mil personas asesinadas a sangre fría), las torturas cometidas en la infame Dirección General de Seguridad de Madrid, en la Puerta del Sol, y el robo de niños recién nacidos y su entrega a familias adictas al régimen. El film refleja los esfuerzos por obtener una satisfacción jurídica y política de los hijos y los nietos de los asesinados en las fosas, de las personas torturadas y de las madres a las que les arrebataron sus hijos recién nacidos. También la absoluta indiferencia e  insensibilidad de todas las instancias de la “democracia madura y consolidada”.

Por un lado, el documental ofrece una perspectiva histórica que arranca -con abundantes imágenes de archivo- de un repaso de la violencia del franquismo, para pasar a la norma de impunidad de la que gozarían posteriormente gracias a la Ley de Amnistía aprobada por el parlamento español en 1977, una ley que ha sido llamada también “el pacto del olvido”, porque a cambio de la puesta en libertad de los presos políticos se impuso una amnesia colectiva obligatoria frente a los crímenes de lesa humanidad del franquismo. Se explica al espectador que muchos países sudamericanos copiaron el modelo de esta ley de amnistía para salir de dictaduras violentas, pero que al cabo de un tiempo terminaron por admitir que los crímenes contra la humanidad deben juzgarse, que los crímenes de lesa humanidad no prescriben nunca. Solo España ha blindado indefinidamente los crímenes de estado.

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El congreso de los diputados aprueba la ley de amnistía en 1977.

Por otro lado, el film sigue el proceso de la querella interpuesta desde Argentina contra los crímenes del franquismo (la Querella Argentina), según el recurso jurídico internacional denominado Justicia Universal (que permitió el juicio al dictador chileno Pinochet a instancias de un juez español). Esta querella ha tenido que presentarse en el extranjero porque en España no pueden juzgarse esos crímenes, debido a la consabida ley de amnistía (o pacto del olvido). La jueza argentina María Romilda Servini y el abogado, también argentino, Carlos Slepoy, han impulsado durante años la querella que ha tratado de esclarecer las responsabilidades de los crímenes en las tres líneas mencionadas. Asistimos a la lucha de los querellantes, pocos al inicio, más de trescientos posteriormente. Vemos sus momentos de esperanza, de decepción ante las medidas políticas y judiciales para proteger a los criminales, su tesón y pundonor, sus viajes a Argentina para declarar, sus alegrías por las pequeñas victorias, ante el alto muro de la protección a los criminales. El suyo, en suma, es un admirable ejercicio de dignidad, esa dignidad que el poder instituido rehúsa reconocerles.

 

 

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La jueza María Romilda Servini, instructora de la “Querella Argentina”.
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El abogado Carlos Slepoy, principal impulsor de la “Querella Argentina” (a su derecha, una abogada de derechos humanos).

 

Advertimos la necesidad urgente de explicar esta historia reciente cuando el film nos muestra a jóvenes que admiten ignorar lo que es la ley de amnistía, o a adultos que declaran que es mejor no sacar los crímenes del olvido, o a los ex-presidentes Aznar y Rajoy negando que el estado deba reconocer el derecho de las víctimas a la reparación, o manifestaciones de la extrema derecha española ya bien entrado el siglo XXI.

Este documental valiente deja muchas imágenes y palabras intensas en la memoria: una anciana sentada en la cuneta de una carretera, encima de la fosa común donde yacen los restos de su madre (al final del film veremos cómo esta anciana es enterrada sin lograr que se hiciera justicia, e intuimos que eso es precisamente lo que desea el poder: que los molestos mueran por fin, y se callen); un hombre que fue torturado por el llamado Billy el Niño, rememorando su terrible experiencia en la celda de la Dirección General de Seguridad que ocupó; el testimonio de este hombre, y de otros, sobre los terribles castigos físicos que padecieron, y cómo lograron soportarlos; la exhumación de una fosa común y la aparición de los restos, que serán por fin debidamente enterrados para que ellos y los hijos y nietos puedan descansar en paz.

Quedan también en la memoria muchas reflexiones profundas de personas que han convivido largamente con un dolor sordo y no reconocido: su lucha no es por cobrarse venganza (que por lo demás sería estéril e inútil, pues no borraría los castigos traumáticos que sufrieron), sino por establecer una justicia que efectivamente cierre el pasado y proporcione un fundamento sólido para la coexistencia no violenta de los dos bandos que siguen existiendo en España. El hecho de que torturadores salvajes como el llamado Billy el Niño puedan pasearse impunemente por Madrid, que los restos del dictador sigan hoy en el mausoleo construido por presos esclavizados, que calles y plazas de muchos pueblos y ciudades de España sigan llevando nombres de militares y lemas franquistas, como muestra el film, evidencian que nunca se ha intentado zanjar las cuentas de las barbaridades de la dictadura: que los militares golpistas y sus seguidores siguen ganando.

 

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1) José María Galante, tres veces torturado, en la celda que ocupó como preso político. 2) Cárcel de presos políticos en Segovia. 3) Sede de la antigua Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol de Madrid. Aquí muchos presos políticos fueron torturados y asesinados.

Un documental, en suma, que en “una democracia madura y consolidada” no sería necesario ver, porque no habría sido necesario filmarlo. Desde la perspectiva cinematográfica, una obra muy bien trabajada que logra con creces su propósito: narrar de modo efectivo, serio y claro una situación gravísima de impunidad generalizada.

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Una imagen que vale como emblema del documental: José María “Chato” Galante ve por televisión imágenes de Antonio González Pacheco, apodado Billy el Niño, el verdugo que le torturó salvajemente. González ha prestado declaración en la Audiencia Nacional a raíz de la “Querella Argentina”, que solicita su extradición para someterle a interrogatorio. Esta solicitud no será atendida por la Audiencia.

Título original: El silencio de otros. Directores y guionistas: Almudena Carracedo y Robert Bahar. País: España, 2018. Duración: 95 min. 

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