Docs Barcelona 2017 (II) (castellano)

Angry Inuk (Canadá): El mundo contra los inuit

Clase valiente (Catalunya): El lenguaje de la política

El silencio de los fusiles (Colombia): El difícil proceso de paz en Colombia

Angry Inuk

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¿Puede un vegetariano por motivos éticos y ambientales alinearse con unos cazadores frente a las asociaciones animalistas? En este caso, después de ver esta película, sí. He aquí el poder del documental independiente: mostrar situaciones desde un ángulo diferente a la perspectiva adoptada en los medios oficiales. Este documental informativo y a la vez activista constituye un excelente ejemplo de la capacidad iluminadora del cine de realidad.

Los inuit (singular inuk), habitantes de las regiones árticas de Canadá, Groenlandia y Alaska -los mal llamados esquimales, término despectivo que significa “devoradores de carne cruda”- viven en una zona del mundo de clima extremo, donde no crecen árboles ni demasiadas plantas. Su principal recurso a lo largo de la historia han sido las focas. Han sido su alimento básico, les han proporcionado pieles para confeccionar ropa de uso propio o destinada al comercio internacional. Las focas son para ellos un medio ya no de vida, sino de simple supervivencia.

Desde hace cuarenta años, organizaciones animalistas de todo el mundo han lanzado campañas publicitarias contra la caza comercial de focas, y en especial de crías de focas, que se hacía en una región de Canadá. No eran los inuit quienes la llevaban a cabo, sino blancos que mataban sin escrúpulos las crías para abastecer a la industria peletera. Se produjo una situación muy similar a la que en el siglo XIX hubo en Estados Unidos con los bisontes: una cultura indígena dependiente de un animal autóctono, al que cazaba de un modo ético y sostenible, veía cómo los blancos invasores lo masacraban con finalidades industriales. Las campañas de las asociaciones animalistas adoptaron la protesta contra la matanza en aquella región de Canadá como bandera de la lucha en defensa de los animales. Las crías de foca se convirtieron en emblema del movimiento animalista.

Tal iniciativa despertó las buenas conciencias del mundo occidental. Nadie se tomó la molestia de explicar que los inuit cazaban focos de otro modo, que no afectaba a la población global de esta especie, ni mucho menos la ponía en peligro de extinción. De hecho, en las últimas décadas la población de este animal se ha multiplicado.

La campaña tuvo el efecto de impulsar prohibiciones sobre muchos aspectos del comercio de foca, sobre todo por parte de la Unión Europea. Estas medidas expulsaron a la comunidad inuit de la economía global desde el principio de los años 80. Las prohibiciones incluían una excepción para los inuit, a quienes se reconocía el derecho a cazar focas; pero la campaña contra los productos derivados de las focas, en especial los abrigos, hizo que la ropa que los inuit vendían en Canadá y en el extranjero pasara a estar mal vista y perdiera casi todo su valor.

El film muestra cómo el movimiento contra la caza de focas ha impedido a los inuit practicar su modo de vida tradicional, y los está empujando hacia la pobreza más extrema. La situación es cada vez más trágica. Los índices de suicidio entre los inuit se han disparado, proporcionalmente a la desnutrición. Igual que pasó con otras poblaciones del mundo, como la de los aborígenes australianos, muchos acababan dependiendo para su supervivencia de las prestaciones sociales del Gobierno.

Ahora existen proyectos para extraer recursos fósiles -petróleo, gas, carbón- del territorio inuit. El mundo occidental, moralmente satisfecho con sus campañas contra la caza de focas, causará una degradación ambiental espantosa en el Ártico. Diezmará brutalmente muchas poblaciones.

Alethea Arnaquq-Baril, la directora inuk del film, presenta la situación de un modo claro y documentado. Denuncia la inconciencia y el desconocimiento de los Gobiernos que legislan sobre la caza sin estar mínimamente informados acerca de la situación real en el Ártico. Trata de establecer un debate público con las asociaciones animalistas, pero ve que estas rehúyen cualquier intento de esclarecer los hechos, que se niegan a aparecer en los medios a su lado. Su propósito es proseguir con las campañas mediáticas, sin escuchar la voz de los habitantes del Ártico que sufren las consecuencias de las prohibiciones contra la caza. Las asociaciones no contestan los mensajes que les envía por correo electrónico, debates televisivos son anulados son anulados en el último momento y sin mayor explicación, incluso una manifestación programada se suspende al saberse que asistirá a ella una delegación de inuit para analizar el problema con ellas.

La conclusión que apunta el film es que las campañas contra la caza de focas se han convertido en una industria por sí mismas, que da mucho dinero a las asociaciones: los donativos de gente emocionada por las imágenes de crías de foca muertas son cuantiosos. Por eso las asociaciones evitan plantear el tema con rigor, y prefieren mantener las campañas emocionales, aunque ello supone la desaparición de la cultura y la vida inuit.

 

Clase valiente

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Un film sorprendente: planteado al principio como trabajo de licenciatura de unos estudiantes de audiovisuales de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, se ha transformado, gracias a la ambición de su director y su productor, así como al asesoramiento de profesores y profesionales del cine, en un film de nivel cinematográfico suficiente para proyectarse en salas.

Se trata de un experimento de semiología y política en que se examina el funcionamiento del sistema y la maquinaria de comunicación que hay detrás de los partidos. La idea es poner en circulación -esto es, introducir en la retórica de los medios de comunicación y de los partidos políticos, y aun en la misma sociedad- una expresión y un concepto: “clase valiente”. En los últimos años han surgido fórmulas semejantes, y de todos los colores del espectro, que han acabado siendo eslóganes conocidos por todos: “casta”, “puertas giratorias”, “trama”, “España va bien”… Lo que se pretende aquí es seguir la difusión del concepto desde su creación hasta su integración en el discurso cotidiano de todos los sectores de la política. Tal seguimiento permite conocer la trastienda de los partidos, lo que se cuece entre bastidores.

El resultado es muy satisfactorio. La investigación lleva al espectador por los aparatos de comunicación política, muestra a los técnicos que crean el discurso de los partidos. Aparecen think tanks (laboratorios de ideas), asesores en comunicación, estrategas de campaña y el resto de integrantes de la compleja estructura de especialistas en la elaboración de mensajes y eslóganes. Seguro que nadie será tan ingenuo para creer que lo que dicen los políticos es fruto de la espontaneidad y la inspiración improvisada de cada momento, pero tal vez no se tenga suficientemente en cuenta el grado de preparación previa de cada mensaje por parte de sociólogos, politólogos, expertos y demás técnicos. El film muestra bien todo este proceso.

Los creadores de ideas y discurso de todos los sectores políticos, gente que normalmente permanece en la sombra después de hacer su trabajo, reflexionan sobre los requisitos que deben reunir un eslógan y un concepto político para salir adelante en medio de la proliferación de mensajes e informaciones propagados cada día en los medios. El espectador se da cuenta de que estos especialistas conocen muy bien su oficio y su campo de actividades, y que en su competencia cruda (aunque revestida de educación civilizada) para hacer triunfar sus lemas toman en consideración numerosos factores estadísticos y de muchos otros tipos. Todo se analiza al dedillo.

El experimento se convierte en un estudio semiológico y lingüístico. Muestra cómo una fórmula puede salir a flote en el proceloso mar de los mensajes políticos, muy a menudo convertidos en mensajes publicitarios.

La producción ha acertado con la selección de los participantes. Por una parte, profesionales de comuniacción de los partidos; por otra, analistas que observan desde fuera el funcionamiento de esta comunicación. Los miembros del primer grupo suelen ser gente discreta, los del segundo tienen presencia pública como escritores, periodistas o políticos. Entre estos hay personalidades tan destacadas como el lingüista cognitivo estadounidense George Lakoff, conocido por sus análisis del lenguaje simbólico y del empleo de las metáforas en la construcción y la comprensión de la realidad; el escritor y activista británico Owen Jones, colaborador del diario The Guardian (uno de los medios de comunicación independientes que sobreviven en la actualidad), quien describe con inteligencia cómo la estrategia de comunicación de la derecha se ha impuesto a la de la izquierda; el político Íñigo Errejón,que explica cómo se introducen nuevas fórmulas y perspectivas en el discurso político; el escritor francés Christian Salmon, que examina cómo la maquinaria publicista de la política formatea y engaña a los ciudadanos; la catedrática de lengua española de la Universidad de Barcelona Estrella Montolío, quien explica qué recursos retóricos se usan en los discursos políticos; y el periodista Iñaki Gabilondo, que en el epílogo del film reflexiona sobre la transformación de las estructuras políticas, periodísticas y sociales producidas en el mundo contemporáneo.

Paralelamente a las intervenciones reflexivas, el film muestra cómo tres jóvenes actores se dedican a propagar el lema “clase valiente” a fuerza de proclamarlo en mítings, manifestaciones y reuniones de estudiantes. Y así asistimos a su introducción en la calle, fuera del circuito profesional de la maquinaria de difusión de los partidos.

Los autores de la película no se han contentado con hacer entrevistas según el modelo clásico de talking heads, y han optado por el tratamiento cinematográfico. Técnicos y especialistas aparecen enmarcados dentro de pantallas de televisión, un recurso que nos recuerda que vivimos en la era de la comunicación tecnológica. Y los analistas independientes pueden explciarse sin límite de tiempo, desarrollar sus argumentaciones sin que nadie les corte. Probablemente sea este el gran acierto del film, en una época de mensajes breves en twitter y lemas concisos. Un documental sobre el lenguaje ha sido lo bastante coherente para permitir que el lenguaje cumpla su función social más noble: ser el ámbito de la reflexión y la comprensión.

 

El silencio de los fusiles

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Pormenorizado reportaje sobre el proceso de paz en Colombia (2012-2016), el intento de poner fin a una guerra de guerrillas iniciada en 1948 y que es uno de los conflictos armados más sangrantes del mundo: según varias estimaciones se ha cobrado ocho millones de vidas.

El film consiste en una serie de entrevistas a los protagonistas de las negociaciones de paz, tanto por parte del Gobierno –el presidente Juan Manuel Santos, galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2016; numerosos facilitadores e intermediarios- como por parte de dirigentes de las guerrillas de las FARC, muchos de ellos exiliados en La Habana. El documental consigue su objetivo: ofrecer una imagen compleja y rica, construida a partir de multitud de perspectivas, del arduo proceso de paz y de los numeros y enormes obstáculos que debe superar. La directora, Natalia Orozco, experimentada en la cobertura de guerras, consigue mostrar con ecuanimidad la extrema dificultad de la situación, sin intervenir en exceso ni resultar intrusiva o tendenciosa.

Cuatro años de filmación y montaje de imágenes muestran el desarrollo de las negociaciones entre Gobierno y guerrillas. Después del mandato de Álvaro Uribe (2002-2010), el presidente partidario de mano dura con las guerrillas y representante de la oligarquía tradicional, llega al poder Juan Manuel Santos, presidente aún en la actualidad, representante de una clase rica emergente que trata de desplazar al estamento hegemónico desde la independencia de Colombia. Se trata, pues, de la pugna entre los dos sectores poderosos del país.

El conflicto, como muestra el film, es básicamente rural. Las dos grandes ciudades colombianas, Bogotá y Cartagena, lo viven y ven por televisión, reciben las informaciones oficiales que el Gobierno suministra a los noticiarios y carecen de un conocimiento real de la situación. Los combates, los muertos, están en el campo.

La complejidad de la situación queda bien reflejada, con sus diversos actores: Gobierno, FARC, organizaciones paramilitares que a menudo actúan en connivencia con el Estado y están financiadas por grandes empresarios, y los sectores urbanos conservadores contrarios a buscar una salida pactada a la guerra y decididos a obstruir cualquier progreso en este sentido. Se muestran las causas del conflicto: las abismales diferencias económicas y sociales, el trato brutal infligido a los campesinos, el latifundismo. Se señalan las barbaridades cometidas por ambos bandos, el salvaje derramamiento de sangre. Aparecen las acciones criminales de los paramilitares, los ataques con grandes recursos armamentísticos del Ejército y también los excesos de las guerrillas. Se tratan aspectos tan controvertidos como los secuestros, los asesinatos, los reclutamientos de menores, el cultivo de coca y los impuestos que se le gravan. La directora evita cualquier alegato partidista.

Se analiza la estrategia del actual presidente, que le ha valido un Premio Nobel (un premio que no es ninguna garantía, pues lo han recibido dirigentes tan militaristas como Henry Kissinger). Santos no es un pacifista: fue ministro de defensa con Uribe, y ya como jefe de Gobierno ordenó el asesinato del máximo dirigente de las FARC, Alfonso Cano. Pero a diferencia de su predecesor en el cargo, está dispuesto a negociar el fin de la guerra con las FARC. Aun así, según sostienen los representantes de estas, las negociaciones partieron de la exigencia de una rendición incondicional y de la entrega de las armas sin contraprestaciones, lo cual no era ninguna negociación.

Los diversos intermediarios y facilitaros lograron acercar las posiciones en una serie de conversaciones mantenidas en La Habana bajo los auspicios del Gobierno cubano. Finalmente, en setiembre de 2016 se alcanzó un difícil acuerdo que se presentó a los colombianos para que lo ratificaran en plebiscito. Decepcionantemente, el resultado de la consulta fue negativo, por un estrecho margen, lo cual condujo a una nueva ronda de negociaciones con la inclusión de las objeciones de los críticos.

Este film serio y muy documentado ofrece una imagen real de la enorme complejidad del conflicto colombiano, y de lo arduo que será resolverlo.

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El presidente colombiano Juan Manuel Santos, una guerrillera de las FARC y el dirigente de las guerrillas “Timoleón Jiménez” o Timochenko.

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