“LA BATALLA DE CHILE 1: La insurrección de la burguesía” (1975)

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Cartel promocional de la primera parte del film.

(Véase también La batalla de Chile: Introducción y Nostalgia de la luz.)

La batalla de Chile distribuye su extensa duración en tres partes. La primera, concluida en 1975 y titulada “La insurrección de la burguesía” (100 minutos), empieza con las sobrecogedoras imágenes del bombardeo del Palacio de la Moneda del 11 de septiembre de 1973: carros de combate, aviones y todo tipo de artillería ligera y pesada asaltan arrolladoramente la sede del gobierno. Todavía hoy se debate si aquella mañana Allende murió por una bala enemiga o se suicidó. Empezando por el final (el fin de la democracia y del gobierno y de la vida de Allende), Guzmán elimina cualquier elemento de misterio, muestra claramente cómo concluyó el enfrentamiento interno en su país. Lo que sigue será un análisis y una explicación de cómo se ha podido llegar a este punto en que la violencia militar aplasta a un gobierno legítimo y democrático.

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La Casa de la Moneda, bombardeada por los militares golpistas.

La explicación empieza con imágenes de marzo del 73, cuando se producen las últimas elecciones democráticas. Hay que determinar la composición del Parlamento, el poder legislativo que compartirá la dirección del país con el ejecutivo de Allende. Guzmán lleva a cabo una amplia encuesta entre la población, pregunta a gente muy diversa quién desea y cree que resultará vencedor. De inmediaro se pone de manifiesto que los chilenos están polarizados entre los seguidores de los partidos de izquierdas agrupados en Unidad Popular y los adeptos de los partidos conservadores (el moderado Partido Demócrata Cristiano y el muy agresivo Partido Nacional). La oposición entre ambos bandos es tan frontal que no se advierte ninguna posibilidad de coexistencia. Por eso Guzmán pregunta también a los encuestados si creen en la vía democrática (todos contestan que sí). Los partidos conservadores aspiran a obtener una mayoría de dos tercios en el Parlamento que les permitirían obligar a dimitir a Allende. Tienen motivos para creer que lo conseguirán: Chile está sumido en una profunda crisis económica causada por un boicot de Estados Unidos con la colaboración interna de los dos grandes partidos de derechas. Ninguno de estos tres está dispuesto a tolerar un gobierno marxista.

Esta primera parte muestra los prolegómenos del golpe de Estado, con las elecciones al Parlamento en las que la oligarquía aspiraba a derrocar al ejecutivo de Allende.

La crisis ha causado carencias básicas en todo el país. La derecha responsabiliza a los socialistas, y espera que la clase media la vote masivamente. Las reformas emprendidas por el gobierno de Allende han asustado e indignado a la oligarquía nacional y al vecino imperialista del norte. Se está en curso de nacionalizar sectores clave de la economía como la energía y el transporte, de arrebatar a los patrones los medios de producción para entregarlos a los trabajadores. Es todo esto lo que hay que cortar en seco y para siempre, de ahí la campaña para derribar al gobierno marxista. La situación en todo el país es, pues, de extrema gravedad, insostenible.

1973, AGOSTO 15.- PARO DE CAMIONEROS
Los camioneros que siguen el paro convocado por los amos del sector del transporte.

Contra todo pronóstico, Allende gana con el 43 % de los votos. Los partidos de derechas, cuyos seguidores han celebrado anticipada y ruidosamente su supuesta victoria en las calles antes de efectuarse el recuento, solo alcanzan, combinados, una mayoría simple en el Congreso. Esto les impide acabar con el gobierno, pero no obstruir por completo su gestión, hasta la parálisis. Después de una primera reacción violenta en la que se impugna el resultado y hasta hay acusacione de fraude, la derecha se alía para socavar al ejecutivo. Haciendo un uso destructivo de sus atribuciones paramentarias, derriba uno tras otro a los ministros de Allende (hasta quince), y a punto está de tumbar al gobierno entero, pero las movilizaciones generales en las calles lo impiden en el último momento. El Congreso deroga todos los proyectos de ley que le presenta el ejecutivo: desde las nacionalizaciones de sectores privados hasta reformas agrarias y de educación. El país queda encallado en la inmovilidad, la mayoría simple parlamentaria desea agravar la crisis para que la situación nacional se precipite en el caos. El conflicto de poderes entre el ejecutivo y el legislativo ha llevado a un callejón sin salida.

El bloqueo organizado por la oligarquía y el gobierno norteamericano lleva a Chile al borde del precipicio.

La derecha no se limita al sabotaje parlamentario: también boicotea con acciones económicas. Como cuenta con el apoyo económico y logístico de la CIA y del departamento de estado de los Estados Unidos, organiza una huelga de transporte (la mayoría de autobuses y camiones pertenecen a compañías privadas) que impide la distribución de alimentos y componentes para las fábricas. Además, muchos comerciantes ocultan sus mercancias para especular con los precios en el mercado negro. La situación es crítica. La ciudadanía tiene que organizarse para repartir los productos y abastecer los hogares. Se improvisan mecanismos de distribución, como los carnés de racionamiento. El bloqueo organizado por la oligarquía y el gobierno norteamericano lleva a Chile al borde del precipicio.

Se organiza también una huelga en la minería del cobre, la principal industria del país, la que más divisas reporta. Aunque los mineros del cobre perciben sueldos muy correctos, se orquestan reclamaciones de aumento salarial: el principal instigador es el futuro ministro de sindicatos en el régimen del general Pinochet. Una parte de estos mineros secunda la huelga y obliga a los que no la siguen (que son mayoría, pero insuficientes sin los otros) a hacer dobles y triples turnos para que la industria no se pare. Con el tiempo se sabrá que la CIA está detrás de esta huelga: la financia y ofrece formación técnica a sus dirigentes. Un grupo fascista paramilitar llamado Patria y Libertad desfila por las calles de Santiago haciendo una exhibición de fuerza, reclamando orden y disciplina en el país, causando desórdenes en la calle y amenazando visiblemente las instituciones democráticas. Los ciudadanos reaccionan manifestándose a favor del Gobierno. El gran sindicato Central Única de Trabajadores apoya resueltamente a Allende. El país está dividido. Uno de los dos bandos amenaza con la violencia y se lanza a una tarea de sabotaje general, mientras que el otro básicamente se defiende como puede.

En una manifestación masiva, un obrero es asesinado por un disparo cuando pasaba por delante de la sede del PDC. 300 000 personas asisten a su entierro y afirman su voluntad de resistir a la violencia. Pero el poder judicial -con una cúpula formada íntegramente por jueces favorables a las clases adineradas- no es nada diligente en la instrucción para investigar las causas de la muerte, y asegura la impunidad de los asesinos.

El país queda paralizado a causa de las huelgas del transporte y de parte de la minería del cobre, así como de la interrupción de las importaciones de Estados Unidos. El ejército se declara autónomo, libre de actuar según los criterios de sus dirigentes, sin comprometerse a guardar lealtad al ejecutivo. Muchos de los militares que conspiran contra el gobierno han recibido formación en los Estados Unidos y Panamá. El respaldo estadounidense se completa con grandes donaciones económicas para los que mantienen la huelga del cobre.

Muchos de los militares que conspiran contra el gobierno han recibido formación en los Estados Unidos y Panamá.

En este hundimiento nacional, los trabajadores se organizan para hacer funcionar las fábricas y mantener la productividad y la economía. De manera espontánea más que por órdenes verticales, los sindicatos crean organizaciones llamadas cordones industriales y comandos comunales. Los pocos ingenieros favorables a Allende asumen la gestión técnica de las fábricas. El documental muestra muchas asambleas de obreros en que se llama a la unidad y a la organización y se debaten estrategias. La economía nacional está destruida, el boicot ya da frutos, pero Allende sigue teniendo el apoyo incondicional de la base obrera.

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Trabajadores partidarios de Allende se manifiestan en Santiago a favor del gobierno legítimo.

 

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