“LAMPEDUSA IN WINTER” (2015): Abandonados en el Mediterráneo

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Cartel promocional del film.

Ver también 3 documentales sobre Proactiva Open Arms.

Las primeras décadas del siglo XXI serán recordadas, muy probablemente, por el brutal maltrato que Occidente -Europa y Estados Unidos- ha infligido a las poblaciones migrantes que llamaban a sus puertas. El excelente documental Lampedusa in Winter será un testimonio de primer orden para no olvidar hasta dónde ha alcanzado el egoísmo, la indiferencia y la amoralidad de los países enriquecidos respecto a los empobrecidos. De cómo se desentendieron de los enormes problemas -miseria, hambre, guerras- que a menudo originaron ellos mismos con su capitalismo desregulado.

Lampedusa in Winter será un testimonio de primer orden para no olvidar hasta dónde ha alcanzado el egoísmo, la indiferencia y la amoralidad de los países enriquecidos respecto a los empobrecidos.

Lampedusa es la isla italiana más meridional, tanto que se halla más cerca de la costa africana (113 km) que de Sicilia (205 km). Es pequeña, unos 20 kilómetros cuadrados -11 km de largo por 2 o 3 de ancho, según los lugares-, está poco poblada (unos 5.000 habitantes) y es pobre: malvive de la pesca, y en verano del turismo. Para remachar las graves carencias de todo tipo que sufren los isleños, Lampedusa es, junto con las islas griegas, una receptora principal de inmigración desesperada. Quienes llegan a Lampedusa proceden sobre todo del norte de África, y huyen de países sumidos en conflictos violentos o en la miseria: Túnez, Libia, pero también Siria, Somalia, Eritrea. Normalmente los recogen en alta mar los guardacostas italianos, que los transportan a la isla, donde pasan una temporada antes de que los envíen a diversos centros de internamiento de extranjeros (cies) y otras dependencias de la Italia peninsular.

Lampedusa es tristemente famosa por las constantes llegadas de barcazas atestadas de personas desplazadas y porque, a escasas millas de su puerto, hubo uno de los naufragios más espantosos de los muchos que se producen en el Mediterráneo, en octubre de 2013, cuando se hundió una barcaza procedente de Libia, con más de quinientas personas a bordo, de las que murieron como mínimo 366, con un número indeterminado de desaparecidos. Varios barcos pesqueros desatendieron sus llamadas de ayuda, y ninguna autoridad envió apoyo oficial alguno. La barzaca se incendió cuando se hizo una hoguera en ella a fin de llamar la atención y conseguir el rescate. Ha habido otros naufragios cerca de Lampedusa, antes y después, pero ninguno tan multitudinario.

De nada había servido la previa visita del Papa Francisco I a la isla, unos meses antes, en julio de aquel mismo 2013, cuando en un conmovedor e hiriente discurso había protestado contra la indiferencia de todo el mundo ante la trágica llegada cotidiana de barcazas a Lampedusa, y por naufragios anteriores: “¿Quién de nosotros ha llorado por la muerte de estos hermanos y hermanas, de todos aquellos que viajaban sobre las barcas, por las jóvenes madres que llevaban a sus hijos, por estos hombres que buscaban cualquier cosa para mantener a sus familias? Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llanto. […] La ilusión por lo insignificante, por lo provisional, nos lleva a la indiferencia hacia los otros, nos lleva a la globalización de la indiferencia. […] ¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos? Nadie. Todos respondemos: yo no he sido, yo no tengo nada que ver, serán otros, pero yo no. Hoy nadie se siente responsable, hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna, hemos caído en el comportamiento hipócrita [..]. Miramos al hermano medio muerto al borde de la acera y tal vez pensamos: pobrecito, y continuamos nuestro camino, no es asunto nuestro, y así nos sentimos tranquilos. […] Te pedimos ayuda para llorar por nuestra indiferencia, por la crueldad que hay en el mundo, en nosotros y en todos aquellos que desde el anonimato toman decisiones socioeconómicas que abren la vía a dramas como estos”.

No es necesario sentirse miembro de la Iglesia católica, ni ignorar la corrupción que llena sus finanzas, para hacerse eco de estas palabras. Las pronunció tres meses antes del naufragio de octubre de 2013, cuando la situación era ya insostenible. Lo ha continuado siendo desde entonces. El mundo ha continuado con su indiferencia.

Lampedusa in Winter muestra a las claras que el Gobierno italiano no tiene ningún interés en la suerte de los habitantes locales ni en la de quienes arriban a la isla, que ambos grupos son una molestia que quisiera sacarse de encima. Este documental cinematográfico, rodado con sentido artístico –composición de planos, montaje reflexivo, ritmo pausado, buena estructura narrativa– muestra, tal como anuncia el título, la isla en la estación invernal, cuando la secuencia de las cosas se lentifica: no hay ni turistas ni avalanchas de inmigrantes en embarcaciones precarias. La población tiene que enfrentarse a varios y graves problemas: el transbordador que comunica Lampedusa con Sicilia ha resultado destruido en un incendio y no hay ningún medio para transportar las capturas de la pesca, cosa que los condena a hundirse más si cabe en la pobreza. Hay un grupo de veintipico desplazados subsaharianos encallado en la isla desde hace tres meses, a la espera de que las autoridades italianas tomen alguna decisión respecto a ellos. Estos dos graves problemas perturban la vida de la pequeña comunidad, que trata de encontrar una salida mediante debates asamblearios (dominados por los pescadores), donde todas las variantes de la crisis afloran o quedan muy cerca de la superficie: indignación por el abandono en que viven los lampedusianos, desatendidos por el Govierno italiano, ante la adversidad de la crisis económica y de la llegada de personas desplazadas. Isleños y africanos son dos grupos que tratan de alcanzar una difícil supervivencia, un empeño en que nadie les asiste. Están dejados de la mano de Dios. El tiempo pasa sin que nadie se presente con una solución.

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Los desplazados africanos hacen tiempo en Lampedusa, esperando que las autoridades decidan asignarlos a algún destino. Entretanto, permanecen en la calle y en las plazas.
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Asamblea de pescadores en la que se debaten los problemas de la economía local. El más acuciante, la pérdida del ferri que transportaba la pesca hasta Sicilia, donde debía venderse. Este pescador se queja -sin razón- de que el Gobierno da más ayuda a los desplazados que a los trabajadores isleños.

Lampedusa in Winter narra la evolución de estas dos vidas paralelas, de los dos intentos de salir a flote sin perecer en el naufragio. Se limita a mostrar lo que sucede en la isla y en las aguas circundantes, no hace ninguna referencia (en forma de explicación exterior a las imágenes) a las administraciones italiana o europea, que en todo momento permanecen como un silencio y una ausencia.

Los pescadores se reúnen varias veces para debatir cómo reclamar al Gobierno italiano un barco en condiciones que les permita vender sus capturas en Sicilia y en la península. Cuentan con el apoyo y la inteligencia de la alcaldesa, que intenta ejercer como mediadora entre ellos y el Gobierno italiano. Cuando este y la compañía pesquera les ofrecen un barco desvencijado y pequeño, una verdadera bañera que es un insulto y media sentencia de muerte, los pescadores acuerdan lanzar una acción de protesta e impedirle atracar en el muelle, a fin de presionar para obtener otro.

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La alcaldesa de Lampedusa lee un manifiesto de protesta por la falta de un barco suficiente para transportar a Sicilia las capturas de los pescadores isleños.

Los africanos, mientrastanto, van pasando días, subsistiendo gracias a los alimentos que les ofrece la caridad de algunos pocos lampedusianos. Son una presencia casi sólo física, ya que apenas hablan inglés y aun menos italiano. Pero esta presencia es un recordatorio de lo que muchos preferirían olvidar: que existen y necesitan ayuda.

En un primer momento, ambas comunidades sobreviven una al margen de la otra: los pescadores perdidos en sus reclamaciones de barco, los africanos aguardando una decisión acerca de su destino. La situación de inmovilidad y estancamiento (de aislamiento en la isla) llega a ser asfixiante. Hay pocas vías de comunicación, reducidas prácticamente a una lampedusiana llamada Paola, que hace de interlocutora con los africanos mediante el inglés que saben ella y algunos de ellos, y unos pocos jóvenes activistas que tratan de crear una conciencia favorable, o cuanto menos compasiva, respecto al abandono de esta pobre gente. En un encuentro de activistas de diferentes países se dice que la indiferencia hacia los inmigrantes ha llegado al punto de, a menudo, negarles la ayuda en situaciones de manifiesto peligro para sus vidas: reclaman que se cumpla por lo menos este mínimo, tan bajo ha caído la cooperación y la humanidad.

Tal vez los desplazados esperaban encontrar, a su llegada, una tierra de abundancia y bienestar. Lo que encuentran en Lampedusa es una comunidad pesquera que trata de sobrevivir con penas y trabajos, y que no los recibe con los brazos abiertos.

 

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Operación de rescate de una barcaza de desplazados.

El relato de Lampedusa in Winter está muy bien estructurado, a partir de unos elementos narrativos entrelazados. El dj de la emisora de radio local da las informaciones de fondo cuando habla al micrófono para la audiencia mientras va poniendo música: explica la destrucción del primer ferri, la inacción del Gobierno italiano, la presión de los pescadores, etc. Las repetidas imágenes de los altos acantilados isleños y de las olas que rompen contra ellos pueden tener una función metafórica (la fortaleza inexpugnable de Europa que se cierra a los inmigrantes), pero también intensifican la sensación del transcurso del tiempo. Los entenamientos del equipo de fútbol juvenil local reflejan la vida cotidiana que no queda ahogada por las dificultades económicas y de inmigración. Las asambleas de los pescadores, con asistencia y dirección de la alcaldesa, muestran la evolución de la crisis, con varias intensidades de angustia y conflicto. Las secuencias del barco guardacostas italiano –una dotación insuficiente teniendo en cuenta la gravedad de la situación- dan testimonio de los escasos recursos que las autoridades dedican a las cuestiones humanitarias. El sermón del cura ante los pocos feligreses que tiene en esta isla olvidada de Dios expresan la perspectiva religiosa ante la calamidad. En la rúa de carnaval los isleños se disfrazan e imaginan por un rato que son otros seres, de vidas menos marcadas por la carestía y el dolor. Todas las facetas del complejo políedro de la vida en Lampedusa, microcosmos que sintetiza el creciente desamparo de los sectores empobrecidos de Europa y de los desplazados que tratan de entrar, están perfectamente ensambladas en este documental iluminador.

El film empieza con una oscuridad absoluta: es de noche y una voz de mujer habla por radio en árabe con otra mujer de una barcaza abandonada a la deriva, la portavoz de unos refugiados, quien explica que son sirios. La primera le da instrucciones, le explica que avisará enseguida a los guardacostas para que los recojan, le pide que no pierdan la calma. No sabremos qué sucede con estos primeros desplazados. Al final de la película vuelve a haber una secuencia a oscuras, tras la cual sí vemos como una lancha, muy insuficiente, recoge a africanos de una barcaza y los lleva a Lampedusa. En la isla los reciben agentes dotados de trajes aislantes y máscaras protectoras, que los cuentan y toman sus datos. Uno de los agentes, que se dirige a un africano, se saca la máscara para poder comunicarse con él. Tal vez esta imagen final se convierte en una metáfora de lo que debería hacer Europa para no acabar de perder toda su condición ética.

A continuación, aparecen los títulos de crédito. El director dedica su film a Europa, y todo parece indicar que esta dedicatoria es irónica, sarcástica y recriminatoria. Pero también podría ser una última llamada a la conciencia.

¿Hay, en nuestro océano de indiferencia, algunas islas de compasión? Sí, y el documental las muestra: Paola, quien dice que la acción humanitaria es un deber que tenemos, ya no hacia los desplazados, sino en primer lugar hacia nosotros mismos (para no dejar de ser conciencias morales); los jóvenes activistas internacionales que viajan a Lampedusa y tratan de hallar soluciones o paliativos improvisados ante la ausencia de autoridades; la alcaldesa, que acaba comprendiendo que las dificultades de los isleños y las de los desplazados son consecuencias paralelas de una misma depredación económica y social.

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Los recién llegados se ponen protecciones térmicas.

FICHA

Director: Jakob Brosmann
País: Austria, Italia, Suiza
Lengua original: Italiano
Localización: Lampedusa
Duración: 93 minutos
Web i tràiler: http://www.taskovskifilms.com/?film=lampedusa-in-winter

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